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jueves, 25 de noviembre de 2010

COMO INTEGRAR EL PASADO SIN QUE NOS DAÑE




        El pasado nos pertenece irremediablemente, forma parte de nuestra historia y no podemos prescindir de él. Todo esto es real y sería, además, perjudicial que olvidáramos aquellas experiencias que no nos resultaron satisfactorias ¿Por qué? Porque, sencillamente, cometeríamos los mismos errores que en su momento nos llevaron a sufrir desilusiones y decepciones.

        Si bien es verdad que el ser humano es el único animal que choca dos veces con la misma piedra, debemos ejercitarnos en el aprendizaje de integrar nuestro pasado, aprovechar la experiencia que nos ha dejado, pero sin permitir que nos duela nuevamente o, lo que es peor aún, que no nos permita avanzar…Vivir en el pasado es detenerse, sin perspectivas de nuevas experiencias a las que no accedemos por temor, en pocas palabras, es morir en vida.

                Convengamos en que un factor primordial en la elaboración de los duelos (amores frustrados, desengaños, muertes) es el tiempo. “El tiempo todo lo cura” dijeron y dicen…Pero, ¿cuánto tiempo? Pregunto esto porque recuerdo que una clienta una vez me comentó que elaborar el duelo de tres muertes de seres allegados, de su familia, le había tomado quince años. Esto, calculando sobre la base de una vida que durara sesenta años, implicaría una cuarta parte de la existencia. Esta mujer en particular falleció a los sesenta y cuatro años. Aunque respete la forma de ser de los demás y sus particulares formas de sentir, creo que es demasiado tiempo perder una cuarta parte de la vida en dolores y lamentaciones. Si sabemos mirar,  la vida despliega ante nosotros un gran abanico de posibilidades,  las cuales podremos descubrir, sólo dándoles una mirada, teniéndolas en cuenta.

                Volviendo al tema del aprendizaje y de la integración diré, pues que, si bien el paso del tiempo hace su obra, nosotros debemos colaborar con nuestro esfuerzo… ¿Cómo?...practicando el desapego, o sea, si bien recordamos los hechos, no debemos revivir cada escena, cada detalle que termina llevándonos a las lágrimas y la desesperación. El tiempo transcurrido debe transformarse en nuestro aliado y ayudarnos a mirar las situaciones del pasado con otra perspectiva, poder ver aquello que en su momento, por estar demasiado inmersas en una situación, no supimos ver y, por ende, manejar.

                Una de las conductas principales a seguir en este ejercicio del desapego es no permitirnos caer en las trampas mentales. Yo le llamo así a esas situaciones en que nuestra propia mente nos juega en contra llevándonos de a poco a recordar hechos y situaciones del pasado en que éramos felices con aquel a quien hemos perdido, situaciones que ya no son, y cuando queremos darnos cuenta, nos encontramos atrapadas en una situación dolorosa que no nos lleva a ninguna parte…o mejor dicho, nos conduce a un dolor intenso del que apenas podremos reponernos sin permitirnos avanzar en el camino que nos queda por delante.
                A este respecto, yo les propongo a mis clientas que practiquen un ejercicio que suele dar muy buenos resultados: imaginen que en una habitación de nuestra casa, hay - pendiendo del techo - una hoz muy afilada y que para poder salir a la calle, deben pasar muy cerca de ella, con peligro de que las lastime. ¿Qué harías? Les pregunto.

                En general, la mayoría propone pasar sin permitir que la guadaña las lastime, otras proponen quitar la guadaña (olvidar el pasado completamente) o no salir a la calle (quedarse en el tiempo y no seguir con su vida). La primera propuesta es la coherente ya que esa afilada guadaña que lastima es el pasado al que debemos tener presente aprovechando sus enseñanzas (pegamos un rodeo alrededor de la guadaña y salimos a la calle). Al salir a la calle estamos impidiendo que nos lastime otra vez o que nos  impida seguir con nuestra vida; obviamente la calle simboliza la continuidad de nuestra existencia y la búsqueda de nuevas experiencias. En la articulación de estas dos situaciones está la clave para sobrevivir al pasado y servirse de sus enseñanzas para continuar con nuestra vida. Ensáyenlo, ¡Buena suerte!